Ingresó con la carrera en marcha, absolutamente en movimiento. Así intentó acoplarse a una dinámica ya instalada, de interrelaciones personales constituidas. Nunca encontró su espacio, su lugar, ni su eje en Gran Hermano. Se terminó la pesadilla de La Tana en Gran Hermano.
La blonda cayó en las garras férreas de la eliminación y salió eyectada de la casa más famosa de la televisión argentina el lunes, por eso se aguardaba su testimonio para dimensionar su lectura de esos meses de encierro absoluto, de aislamiento de la realidad.
La oriunda de La Matanza no dudó en admitir que padeció su tránsito por el reality, lo que confirmó lo que todo el mundo contempló de su estadía en esas cuatro paredes, donde jamás pudo emanar una sensación de alegría, de confortabilidad, todo lo contrario.
Pero, Katia sorprendió en su declaración en el estudio de Gran Hermano, porque reconoció que deambuló por unas penas emocionales, por problemas psicológicos hondos, sombríos, oscuros y pesados. De ese modo, corroboró una confesión tremenda y resonante.
“El tiempo que estuve planchada en la casa fue porque me costó mucho adaptarme. También, yo pensé que tenía todo resuelto en la vida y me di cuenta de que tenía muchas cosas que sanar”, arrancó en esa revelación inesperada, que nadie avizoraba en el radar.
Y luego detalló con mucha paciencia los padecimientos que atraparon su psiquis durante su paso por el reality. Por eso transmitió una declaración dolorosa: “Me encontré con traumas, con heridas del pasado. Eso me hacía estar conociéndome a mí misma. Es difícil”. Y trató de iluminar un aspecto positivo: “Siento que hice las paces conmigo y me superé”.