El primer ministro Benjamín Netanyahu dejó en claro que el principal obstáculo para alcanzar un acuerdo de cese al fuego y liberación de rehenes en Gaza no es otro que la obstinación cínica de Hamás.
Mientras los mediadores internacionales continúan repitiendo fórmulas estancadas y diplomacias tibias, Israel mantiene su compromiso inquebrantable: hacer todo lo necesario —por la vía diplomática o militar— para traer a casa a los 50 rehenes que siguen cautivos, 20 de los cuales aún se presume con vida.
Desde que la delegación israelí regresó de las frustradas negociaciones en Qatar, el gabinete de guerra ha mantenido reuniones constantes.
“No hemos parado de intentar”, dijo Netanyahu en un mensaje en video publicado tras una reunión estratégica con su equipo de asesores principales. “Pero hay un obstáculo claro, y todos lo saben: Hamás. Se niega de forma obstinada”.
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Netanyahu no habla en el vacío. El propio expresidente estadounidense Donald Trump, el enviado especial Steve Witkoff y otros mediadores internacionales reconocen que el freno al acuerdo no está en Jerusalén, sino en Gaza, donde Hamás utiliza a civiles como escudos humanos y a los rehenes como moneda de cambio.
Israel, sin embargo, no se queda esperando. Una fuente de defensa israelí confirmó que ante la congelación de las conversaciones, el gobierno baraja nuevas medidas, incluida la posibilidad —cada vez más concreta— de anexar ciertas áreas estratégicas de la Franja de Gaza.
Este posible giro estratégico marcaría un cambio profundo en la postura israelí, impulsado no por ambiciones expansionistas, sino por la necesidad de cambiar una realidad que Hamás se empeña en mantener: una Gaza controlada por el terror, desde donde se planifican masacres como la del 7 de octubre y donde el sufrimiento civil es instrumentalizado como propaganda.
La anexión —que para muchos parecía impensable hace un año— hoy aparece como una respuesta legítima y proporcional frente a la intransigencia del enemigo. No se trata de castigo, sino de defensa.
Cuando un grupo terrorista captura ciudadanos israelíes y se niega a negociar su liberación, cuando rechaza repetidamente ofertas respaldadas por Egipto, Catar, Estados Unidos y hasta por la ONU, la soberanía israelí debe hablar con claridad.
Netanyahu fue enfático: “Seguiremos haciendo todo lo posible, por una vía o por otra. Estamos comprometidos a traerlos de vuelta”.