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domingo, agosto 10, 2025

La insoportable levedad del PRO

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En el comienzo de Conversación en la Catedral, obra maestra de Mario Vargas Llosa, el protagonista, Santiago Zavala, pregunta a su amigo Ambrosio: “¿En qué momento se jodió el Perú?”. El interrogante ya es leyenda y se aplicó numerosas situaciones. En estos días de la política argentina bien puede pronunciarse así: ¿En qué momento se jodió el PRO? Deshilachado y en ruinas, víctima de una larga agonía, el partido amarillo (color que bien define su epidermis moribunda) parece haber firmado esta semana su propio certificado de defunción al capitular de manera incondicional ante La Libertad Avanza entregándole de rodillas las llaves simbólicas de la Ciudad de Buenas Aires. A manera de dádiva, en un simulacro de acuerdo, se conformó con dos puestos (el 5º y el 6º) en la lista para las elecciones legislativas de octubre en la Capital. Cedió así, sin pudor, su principal bastión, del que solía presumir orgulloso, a quienes lo hicieron objeto de recientes desplantes, como la negativa de saludo de Javier Milei a Jorge Macri, una grosería (una de tantas) en el orden institucional y en la vida democrática.

Fue el otro Macri, Mauricio, el padre de la criatura, quien esta vez de cuerpo presente (cosa poco usual en quien suele posponer responsabilidades políticas en nombre del fútbol, del bridge o de continuas vacaciones reparadoras en lugares exóticos) rindió las armas en persona. Y ante tal escena aparece la pregunta: ¿en qué momento se jodió el PRO? Quizás, el principio del fin haya sido el 10 diciembre de 2015, el mismo día de la asunción de Macri como presidente, cuando salió al balcón de la Casa Rosada a bailar al son de Gilda, como transmitiendo la idea de que en adelante sólo habría brotes verdes (que nunca germinaron) en la economía y en la vida de los argentinos, quienes viviríamos al son de esa música, entre globos amarillos y en una estudiantina permanente. En la realidad, los cuatro años de su gobierno fueron un muestrario de tibieza, de indecisiones, de medidas tomadas a medias, no tomadas o retrotraídas. Un período de soberbia, de fallida conversión de la política, a un arte complejo, en gestión empresarial. Mientras se dejaba revivir al kirchnerismo (que gracias a ello volvería y sería peor), se mantenían varias de las principales mañas de éste, solo que con guante blanco. Hubo capitalismo de amigos y parientes, hubo cepo, hubo manipulación de los jubilados (carnada de todos los gobiernos), hubo tejes y manejes judiciales. El amarillo del sol naciente se transformó en amarillo de una hepatitis social, política y económica grave. El paso por el gobierno fue breve y tan decepcionante que hizo posible la victoria electoral de un personaje como Alberto Fernández, nada menos. Lo demás es cercano, conocido y padecido. De ser un partido líquido, sin forma ni consistencia al margen de ciertas fugaces excepciones, el PRO se fue desgajando, perdiendo cualquier atisbo de identidad (¿a quiénes representa socialmente?, ¿qué tiene para ofrecer a la sociedad?, ¿qué visión propone?) y es hoy un fenómeno gaseoso, que se dispersa con pena y sin gloria en el aire tóxico de la política nacional. Pura levedad, tras haber traicionado lo prometido. En La insoportable levedad del ser (profundo y sensible relato acerca de los laberintos de los sentimientos) el novelista checo Milan Kundera (1929-2023) escribe: “La fidelidad es la primera de todas las virtudes; la fidelidad le da unidad a nuestra vida que, de otro modo, se fragmentaría en miles de impresiones pasajeras como si fueran miles de añicos”. La rendición del PRO, su canto del cisne, es la infidelidad a lo que aspiró a ser y a quienes en algún momento creyeron que otra cosa (acaso un verdadero liberalismo) sería posible.

*Escritor y periodista.

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