La ex primera dama tiene una dimensión enorme en la historia argentina en múltiples facetas: como cantante lírica, como benefactora y, también, como pionera entre las mujeres que obtuvieron conquistas culturales y sociales en el país; tanto es así que no son pocos los que la llamaron “la Evita radical” (hay una mención de eso en la obra). También, como Evita, soportó el menosprecio de las clases acomodadas de la Argentina, además del de la familia de su marido, Marcelo Torcuato de Alvear, que se negaba a aceptarla.
“Era tal el celo que tenía Alvear por Regina que, una vez que dejó de cantar, él llegó a comprar todas las copias de los discos existentes para que nadie tuviera nada de ella”, señala Terranova. “Cuando decidieron casarse, Alvear le hizo jurar que abandonaría su carrera”, prosigue. “Ella le pidió un plazo de seis años para poder despedirse de los escenarios del mundo. Alvear se lo concedió, pero la acompañó a todas partes, inclusive durante su gira por Moscú. Se cuenta que en una oportunidad, en Milán, él compró la totalidad de las localidades de un teatro. Ella no sabía nada: cuando salió a escena, vio que únicamente estaba él, en un palco, y así se hizo la función”.
En esa Argentina opulenta (opulenta para unos pocos, desde ya) de la cual Marcelo T. de Alvear fue representante por antonomasia, la clase dominante de “la manteca al techo y la vaca atada”, todo era posible. Inclusive, estas imposiciones machistas. A propósito de este tema, Terranova sonríe: “Una vez, el director Francisco Javier me dijo una frase que jamás olvidé en lo que se refiere a juzgar el pasado. Me dijo: ‘Siempre hay que pensar los personajes antes y después del psicoanálisis’. De todas maneras, y en esto coinciden los historiadores, Regina no asumió ese pedido como un sacrificio. Ella estaba profundamente enamorada y no le interesaba ya otra cosa que estar a su lado. Así fue”.
Cali Mallo, Rita Terranova, Carlos Iaquinta, Loly Sánchez y Leonardo Estévez
Cali Mallo, Rita Terranova, Carlos Iaquinta, Loly Sánchez y Leonardo Estévez en uno de los ensayos de «Regina»
La historia
Regina Pacini Quintero (1871-1965) fue hija de un barítono italiano y una mujer española. Nació en Lisboa, durante la gestión de su padre en el Teatro San Carlos de la capital portuguesa. Estudió canto desde pequeña y fue perfeccionando su registro de soprano lírica ligera, especializada en bel canto. Era una familia de clase media que se empobreció rápidamente a la precoz muerte de su padre.
Por lo tanto, ella salió a cantar para ganarse la vida y ser sostén de su familia, sin imaginar que su debut, a los 17 años en Lisboa en la ópera “La sonnambula” de Bellini, sería un rotundo éxito. Desde entonces, sus triunfos se sucedieron vertiginosamente en los protagónicos de óperas como “La Bohème”, “Manon”, “Lucia di Lamermoor”, “El barbero de Sevilla”, etcétera). “En Londres”, dice Terranova, “llegó a cantar el papel de Gilda en “Rigoletto” con Enrico Caruso.
En 1899, ya estrella internacional, hizo su primera gira por Sudamérica, y debutó en el teatro Solís de Montevideo. “Fue en el Solís”, recuerda Terranova, “cuando un primo de Alvear la descubrió, y al regresar a Buenos Aires le dijo que no podía perderse a esa soprano única, que debía verla. Entonces, exactamente el 5 de agosto de ese año, durante la presidencia de Roca, Regina cantó en el teatro Politeama de Buenos Aires el papel de Rosina de ‘El barbero…’, y él la conoció. El flechazo fue inmediato. La fue a ver en el camarín, y le llevó un ramo de rosas rojas y blancas, el color del Partido Radical, y un anillo de piedras preciosas. Ella, halagada, aceptó las flores, pero rechazó el anillo. Dijo que no podía aceptar un regalo de esa magnitud”.
“Allí comenzó la historia de amor”, continúa. “Ella, si bien al principio se mostró reticente, se enamoró perdidamente de Alvear, y él, la oveja negra de la familia aristocrática, debió combatir contra todos los que no la querían a su lado. Era un hombre acostumbrado a dar batallas. Dentro del partido enfrentó a la rama irigoyenista, estuvo preso en la isla Martín García, dio tantas peleas, ¿cómo no iba a enfrentarse a sus pares de clase y a su propia familia por su relación con Regina? A propósito, fue tanto lo que se acompañaron que ella lo fue a visitar a Martín García, acompañada por Alfredo Palacios”.
La boda fue reservada y lejana: tuvo lugar en 1914 en la iglesia de la Encarnación, en Lisboa, ciudad natal de Regina. Ese mismo día, a él le llegaron más de 500 telegramas de amistades y familiares que lo instaban a reconsiderar su decisión. Increíble. Pero, al regreso de la pareja a Buenos Aires, ella fue integrándose poco a poco a esa sociedad porteña tan cruel, que la fue aceptando. Tras el casamiento, él le regaló una villa francesa llamada Manoir de Coeur Volant, una espléndida propiedad rodeada de amplios jardines, ubicada en Louveciennes, al oeste de París.
Allí Regina se dedicó al canto y a su esposo. Fue en Coeur Volant donde Alvear recibió la noticia de su elección como presidente de la Argentina en 1922, lo que convirtió a Regina Pacini en primera dama. “En la villa francesa”, prosigue Terranova, “ella cantaba ‘Ideale’ de Tosti todas las mañanas, durante el desayuno. Era una relación de posesividad total, más allá de que Alvear, como dijeron algunos historiadores, tuviera, como buen dandy y hombre de mundo, algunos affaires extramatrimoniales, aunque siempre alejados de la mirada pública. Pero la obra no juzga en ningún momento esa conducta”
En cuanto a la obra que impulsó Regina desde el poder, y que llevó a compararla con Evita (“ambas nacimos pobres, a ambas nos despreciaron, ambas fuimos artistas”, dijo una vez Regina), Terranova enumera: “Impulsó la creación de Radio Municipal, que empezó a transmitir los espectáculos del Teatro Colón desde el primer día [costumbre que mantuvo la emisora municipal hasta su privatización en los 90]; fue también la creadora de los cuerpos estables del Colón, la Orquesta, el Ballet y el Coro, en 1925, los que ahora están festejando su centenario; creó el Conservatorio Musical y Arte Escénico, actualmente la UNA, y por lo que hoy más se la conoce, en 1938 fue fundadora de la Casa del Teatro, que albergó y alberga hasta hoy a artistas de escasos recursos. El teatro lindante se llama Regina en honor a ella”.
“Alvear murió en 1942 y ella lo sobrevivió 23 años”, prosigue. “Curiosamente, ese número tuvo una significación especial en su vida: él había muerto un 23 abril, y todos los 23 de cada mes, desde entonces, ella le llevó claveles rojos y blancos a su tumba, y le contaba todo lo que le pasaba. Fue una historia de amor como pocas. Su situación económica ya no era la misma; Alvear había dilapidado gran parte de su fortuna, a ella sólo le quedó la quinta de Don Torcuato, en el partido de Tigre, localidad que lleva el nombre por su suegro, Torcuato de Alvear. Los años de esplendor habían quedado atrás, al punto tal de que durante el gobierno de Frondizi se le otorgó a Regina una pensión vitalicia”.
La obra
“’Regina’ es teatro musical”, aclara Rita Terranova. “Pero no es una obra dirigida sólo al público de ópera. Es una obra para todos. La música fue compuesta por Fernando Albinarrate, con Susana Frangi en piano y dirección musical. La estructura, que tiene libro y dirección de Carlos Iaquinta, combina tres niveles, teatro de texto, lo más realista posible; teatro musical, y ópera”.
“Yo estoy durante toda la obra en escena. Al iniciarse aparezco como Regina cuando cumple los 80 años, y al recibir la visita de su sobrino empieza a recordar su vida, insisto, con las herramientas propias del teatro, intentando dar la mayor verosimilitud y sin ser didácticos. El escenario está dividido en dos: de un lado estoy yo, evocando los momentos centrales de la vida de Regina, y del otro están los cantantes y actores que le dan cuerpo y música a esos recuerdos. La Regina joven está interpretada por Loly Sánchez”.
Alvear está interpretado por el actor y barítono Leonardo Estévez y el elenco se completa con Cali Mallo, María Luján Mirabelli, Alberto Jáuregui Lorda, Verónica Díaz Benavente, Adriana Poch y Martín Lira.