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domingo, agosto 10, 2025

Flechas viajeras en el Paraná Guazú, de costa y embarcado

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Los calendarios ya han quedado obsoletos. En materia de pesca hoy hay que prestar más atención a las marcas térmicas reinantes que a lo que indican los viejos manuales. Con distintas especies y en distintos escenarios vemos que las temporadas están corridas o arrancan de modo tibio, alternando días de pesca firme con otros de llamativas ausencias. El Paraná Guazú, un clásico río de remonte del pejerrey que llega desde el estuario rioplatense, no es la excepción. Otrora testigo del arribo de cardúmenes de pejerreyes en mayo y con pesca firme en junio, ahora ve corrido el calendario y recién nos dio el mes pasado la avanzada de los grandes pejerreyes –los primeros del remonte– mientras que se espera este mes el afianzamiento del pique en muelles y de embarcados, con la presencia de todos los tamaños presentes en la zona de los recreos cercanos al segundo puente del Complejo Zárate-Brazo Largo. 

La idea de este relevamiento fue dar cuenta del pique de los ansiados flecha de plata tanto en muelles, haciendo la típica pesca de caminata y rotación, como desde embarcación, donde la posibilidad de buscar la pesca depende de cada guía. Ante una incertidumbre que reinó como constante sobre la presencia de pejerreyes en la zona, arrancamos buscándolos en lancha. Haciendo un extenso recorrido, indagamos en diversas canchas de pesca entre el segundo puente y el río Uruguay, cauce que es, precisamente, el que da campana de largada con las flechas de plata, que desde el borde del estuario rioplatense pasan pegadas a costas uruguayas para remontar este curso binacional de aguas claras, a partir del cual penetran en otros ríos que dan a él, como el Guazú o el Bravo. 
Con la guía de Fabio El Pupi Rodríguez, persona que combina juventud con amplia experiencia, teníamos un plus, porque al ser también remero, nos iba a prestar un servicio único: corregir la deriva de la lancha a remo, sin alterar con ruido de motor las canchas de pesca, para acompañar las boyas de la mejor manera esperando piques. 

Nuestra primera parada fue en la salida del Doradito, donde de entrada logramos un par de ejemplares de excelente tamaño que presagiaban un festival de piques… algo que no ocurrió. El único cardumen que se vio fue el de lanchas que se amontonaron en la zona, cosa que nos hizo preferir buscar nuevos destinos. Máxime cuando, tras ver nuestras capturas, pescadores sin código se acercaron a puro ruido de motor a tirar líneas unos metros aguas abajo de nuestra posición, peinando las canchas de pesca que pensábamos tentar. Así volvimos a armar la calle de ceba y tirar las líneas en juncales del Bravo, con mucha menos presencia de pescadores. Aquí también se dieron algunas capturas, pero siempre aisladas, nunca en seguidilla. Eso sí, los portes han sido verdaderamente sorprendentes, con algunos ejemplares que alcanzaron los 40 cm y más también. 
Las brazoladas rendidoras fueron más bien cortas, de 20 centímetros o menos, y la mojarra viva encarnada de cola a cabeza fue el cebo favorito. Aunque suele pasar que en plena temporada prefieran el bicho blanco, es decir, la isoca, un cebo que en este caso no nos dio una sola captura. 

Ya con una decenita de piezas de muy buenos portes, bajamos hasta una zona cercana al río Uruguay donde se repitió la rutina de sacar algunos ejemplares grandes, pero en piques más bien aislados. Y por último, salimos al Uruguay, y allí sí, aguas debajo de Nueva Palmira, tuvimos una racha de piques constantes, pero de pescados más entremezclados en tamaño. Es que el Uruguay anticipó lo que este mes se espera en el Guazú: allí los mayores ya pasaron hace rato y ahora están instalados los grandes cardúmenes, algo que seguramente se dará este mes en el Bravo y el Guazú. Misión cumplida: dimos con los grandes, mostrando que la aspiración a pejes de calidad podía ser satisfecha. Ahora nos quedaba comprobar cómo se daba la pesca de muelles.

Camine si quiere premio

La segunda parte de este relevamiento la hicimos visitando muelles. Una parte del equipo, junto a mi compañero Alexis, la efectuamos pisando los tablones del coqueto Club Guazú, sobre margen bonaerense, donde hay que asociarse para pescar. Mientras que Alejandro Pérez, creador de líneas Alep, relevó en una jornada el recreo Keidel (Guazú y río Talavera) y en otra el Vidal (en la orilla entrerriana), ambos de paga por pesca diaria.  

El Club Guazú nos recibió con el amanecer de un día que sería diáfano y fresco, con las sombras de los pescadores de la noche que mostraban orgullosos sus capturas: manduvas en abundancia, bagres blancos enormes y regias bogas. Mientras armábamos las de 4 metros, hacían lo propio otros socios del club, iniciando pronto el ritual clásico de tirar a 90 grados del muelle, dejar avanzar un poco las boyas y seguirlas paso a paso hasta la punta del regio muelle de 360 m que tiene la institución, para luego rotar religiosamente y reiniciar la caminata en el sector de aguas abajo, que es el exclusivamente dedicado a la pesca de flote. 

Los intentos matutinos no fueron fáciles, se dieron media docena de ejemplares de muy lindos portes, pero entre todos los pescadores. Cada flecha se festejaba como un gol. Y entre peje y peje se mezclaban manduvíes reales, de bello lomo reticulado en manchas marrones sobre el intenso tono amarillo de los ejemplares. La compensación venía por el lado de los tamaños: ningún peje había sido de menos de 30 cm y hubo un monstruito de 45. Nuestra mejor pesca se dio por la tarde, desde las 16 hasta la caída del sol, donde se repitió la consigna de “pocos pero buenos”. Los piques, rápidos y furiosos no dejaban margen de duda: llevadas firmes arrastrando la línea eran protagonizadas por pejerreyes fuertes y decididos.

Pocos pero buenos

En los muelles de pago diario, Alejandro Pérez vivió la misma situación: pocos pero de lindos portes. En Keidel la pesca se dio en menor medida y aquí, con aficionados avezados y no tanto, los rindes se volcaron hacia los primeros. Es decir, el que hacía las cosas bien, el que usaba punteritos de goma metiendo línea adentro (sobre costa bonaerense el río embanca y a veces la pesca se da lejos), tenía resultados. En Vidal, donde el río come barranca, el buscar distancia no es necesariamente un deber a realizar, porque muchas veces la pesca se da cerca de la orilla, donde ya tenemos gran profundidad. Entonces, el uso de punteros invertidos, por ejemplo, suele dar premio. 

Las cantidades en este recreo nunca fueron abundantes, pero sí se mantuvieron dos constantes: los tamaños resultaron buenos y la mano del pescador marcó diferencias, aprovechando las pocas oportunidades de pique. Hubo pescadores que en seis pescaron seis flechas y otros que, a idéntica cantidad de oportunidades, apenas lograron uno o dos pejes. 

Así estuvieron las cosas en el arranque tardío de una temporada irregular, en la que el Guazú siguió luciendo amarronado y las heladas ausentes no decantaron el agua. Es de esperar que julio nos cambie el panorama, aclarando el agua y mostrando la presencia firme de pejerreyes y sardinas (especie ausente en todos nuestros relevamientos), para delicia de los pescadores de muelle o de lancha, que sueñan con esta presa que nos quita el sueño.  

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